La eficiencia energética, una disciplina insuficiente sin la gestión integrada de la energía
Durante los primeros años de este siglo XXI la principal herramienta de los países desarrollados para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (G.E.I.) fue la producción de “energía verde”, en particular la generación de electricidad usando fuentes renovables. El Protocolo de Kyoto se marcaba unos ambiciosos objetivos para la reducción de estas emisiones en el cuatrienio 2004-2008, basándose en las tecnologías renovables, con un considerable éxito en los países desarrollados, en especial en España.
Durante la presente década la Unión Europea se marcó como objetivo la estrategia 20/20/20, en base a tres parámetros como eran el origen renovable de un 20% de la energía consumida en los Estados Miembros, un incremento de un 20% de la eficiencia energética y una reducción del 20% de las emisiones de los G.E.I. Estos objetivos se están consiguiendo, siendo la característica más novedosa de las políticas energéticas de la presente década la incorporación de la eficiencia energética a las políticas de disminución de las emisiones de G.E.I.
Para la próxima década la Unión Europea se ha marcado un como objetivo que en 2030 un 32% de la energía consumida en la UE tenga origen renovable, que en el caso de España el Ministerio de Transición Energética dispara el objetivo hacia un 42%. Estas cifras son ambiciosas, y aunque no se consigan no cabe duda que la implantación de energías renovables y la eficiencia energética tendrán un largo recorrido a lo largo de las próximas décadas.
Pero considero que estos objetivos son insuficientes si no los integramos con la gestión energética de todas las instalaciones. En un sentido estricto la eficiencia energética es la razón matemática entre la energía útil necesaria y la energía primaria consumida, pero esta definición es incompleta. La implantación de instalaciones renovables en la empresa y los esfuerzos para reducir los consumos son insuficientes cuando omitimos la aplicación de parámetros como la aplicación de herramientas de gestión empresarial (contabilidad analítica y de gestión, análisis de consumos, gestión de personal, uso de las TICs…), monitorización y seguimiento de consumos, cumplimiento de normativa en seguridad industrial, realización de inspecciones a cargo de Organismos de Control Autorizado y revisiones ordinarias por empresas mantenedoras, auditorías energéticas y de seguridad, disponer de contratos de mantenimiento estables, garantizar la prevención de riesgos laborales en la empresa, implantación de estándares de calidad (en particular la ISO 50.001) o incluso la gestión de residuos generados en la actividad de la empresa.
Es imprescindible que los esfuerzos para la reducción de emisiones estén acompañados por estas actuaciones, si queremos alcanzar la excelencia en eficiencia energética. Para esto es precisa una planificación estratégica, a cargo de profesionales cualificados y competentes porque esto redundará en un mejor funcionamiento de las instalaciones, aumentará su vida útil y se reducirán los consumos asociados.
Artículo publicado en el Nº 23 de la revista Dínamo Técnica, correspondiente al mes de noviembre de 2019.
Autor: Dr. Fernando Blanco Silva, ingeniero industrial y economista. Autor del libro “El triángulo de la gestión energética en la empresa y la administración pública”