La última estrella visible
La noche ha desaparecido de nuestras ciudades y sus zonas de influencia. Ya no se ven en ellas más de un puñado de estrellas o quizás ninguna… Hablamos de Galicia hoy, pensando en la Galicia del mañana.
La inadecuada iluminación pública y privada lo invade y contamina casi todo. Una contaminación silenciosa que viaja a decenas y centenares de kilómetros.
Con el pretexto de más luz, más progreso, más bienestar, más tecnología, más eficiencia, alguien nos está robando la noche sin que nos demos cuenta, y con ella, el derecho a contemplar el cielo estrellado nocturno en las ciudades, y poco a poco en los pueblos…
De modo irracional, esta pérdida de la noche encaja, en cierto modo, en el marco normativo sectorial, nacional, autonómico y local de iluminación pública que ha estado vigente en los últimos años y que se demuestra ineficiente para reordenar un mapa de caótico y desmesurado crecimiento de la contaminación lumínica en toda nuestra comunidad autónoma. Un mapa en el que la iluminación pública, los ayuntamientos en esencia, son responsables probablemente de las dos terceras partes del problema.
Seamos conscientes de que, sobre el uso inadecuado de la luz, sobre la contaminación lumínica, ya existen evidencias médicas de probable afección a la salud de las personas, y que sin duda alteramos gravemente a la biodiversidad del planeta, que somos responsables de la desaparición de especies nocturnas y diurnas y que el daño al planeta es seguramente irreversible.
Este camino que estamos recorriendo en la iluminación pública nos lleva a un futuro complejo y complicado para los ayuntamientos. Imaginemos ayuntamientos ahogados económicamente por una factura eléctrica que consume una gran parte del gasto municipal y por la necesidad de reponer equipos de iluminación de baja calidad cuya vida útil estimada no era la que se prometía y que han fallado de modo masivo.
Imaginemos enormes cantidades de dinero público que unos pocos años después, se descubre mal gastado en políticas de iluminación desorientadas e inadecuadas, en parte por proyectos lowcost, copia y pega, mal pagados o quizás redactados por profesionales de bajo perfil técnico; en parte por licitaciones que fomentan, de uno u otro modo, equipamientos de baja calidad que trajeron como consecuencia alumbrados no sostenibles y altamente contaminantes.
Hacer un proyecto de alumbrado no es difícil, pero hacerlo bien, bajo criterios de sostenibilidad y mimando cada punto de luz, requiere formación, conocimiento avanzado, tiempo y dedicación. En Galicia contamos con magníficos profesionales en el ámbito de la iluminación pública, que deberán introducir un nuevo vector de trabajo en sus proyectos: una nueva evaluación ambiental que tenga en cuenta el concepto de contaminación lumínica con seriedad, eje vertebrador del proyecto. Tecnológicamente hablando estamos en el momento idóneo para hacer las cosas bien. El estado de la técnica y el conocimiento avanzado permiten controlar la luz de modo total. Sólo hay que saber hacerlo bien. De todo esto os hablaré en futuros artículos…
Gestionar una red de alumbrado bajo criterios de sostenibilidad e inteligencia, realizar una adecuada gestión energética y elaborar un plan director para su modernización futura evitando los problemas de la sobreiluminación y la contaminación lumínica es un reto que pocos ayuntamientos están siendo capaces de llevar a cabo.
Se trata de una tarea pendiente hoy que traerá desconocidos problemas en el mañana. Pensemos en ayuntamientos inmersos en una espiral de intentos de reclamación de garantía por fallo a empresas, instaladoras, fabricantes, ingenierías que ya no existen o que difícilmente darán respuesta a lo exigido. Pensemos en ayuntamientos en litigios de responsabilidad patrimonial por el uso inadecuado de la luz durante décadas. Imaginemos ayuntamientos obligados a reducir drásticamente su huella de carbono bajo amenaza de sanción medioambiental. Pensemos en ayuntamientos obligados a contratar personal o asistencias técnicas externas para alinear sus estrategias energéticas buscando profesionales en un mercado desabastecido.
Y no sólo en lo público. También encontraremos que la evolución del mercado ha destruido nuestro tejido empresarial de proximidad y ya no tenemos a penas a quién recurrir para reparar nuestras instalaciones. Que la destrucción empresarial también ha afectado a principales fabricantes de alumbrado, que la luminotecnia ha quedado ya en el olvido y que ahora todo vale, que todos nuestros esfuerzos han servido sólo para contaminar más, pero más barato… y que, aunque unos pocos ayuntamientos intenten hacer bien su trabajo, el resto no lo hacen, de modo que todo queda en vano. Imaginemos, por último, que las normas que se han ido promoviendo de modo más o menos acertado, no se cumplen porque apenas hay quien pueda controlar este complejo problema y de modo singular, porque es la propia administración local quién no las cumple, siendo el principal protagonista del problema.
Hablamos de un camino que ya estamos recorriendo, de un futuro probable, de un futuro cierto no muy lejano en el tiempo. Hablamos de un futuro próximo al que parece que estamos abocados si no iniciamos un nuevo modelo de iluminación pública. Es evidente que algo no estamos haciendo bien. Reflexionar sobre cómo debemos recorrer el camino en los próximos años resulta una cuestión urgente, inaplazable. La necesidad de reflexión estratégica, avanzada, no puede ser mayor.
La iluminación nocturna es necesaria, sin duda, pero también lo es la noche. No debemos caer en el error de robarnos la noche a nosotros mismos. Es posible iluminar bien y hacerlo de modo confortable y medioambientalmente responsable. Es posible embellecer un paisaje urbano nocturno con la iluminación adecuada, sostenible y respetuosa con la biodiversidad, conjugando eficiencia energética con minimización de la contaminación lumínica.
En el momento actual, propicio para el cambio, basta un sencillo análisis con cierta perspectiva para radiografiar la situación de partida y su evolución estimada. Necesitamos datos de análisis y ya los tenemos. En Galicia, unos 625.000 puntos de luz y situada dentro del 20% de las comunidades más contaminadas en Europa. En España, unos 9,0M de puntos de luz. A la cabeza en contaminación lumínica, potencia media y gasto energético en Europa. Las imágenes de satélite actuales y pasadas hablan por sí solas… Las notas de prensa de la cumbre del COP 25 recientemente realizada, también… ¿Realmente necesitamos tanta iluminación?
¿Tenemos conocimiento para hacer posible el cambio hacia un alumbrado sostenible, un nuevo modelo disruptivo de gestión del alumbrado público, una nueva cultura de luz? ¿Es posible un calmado de luz en las instalaciones de alumbrado? ¿Está la sociedad preparada para ello?
Respecto a la posibilidad de cambio, sólo será posible desde el conocimiento. Quizás sea bueno autoevaluarnos contestando a un breve test o reflexionando al menos sobre las cuestiones planteadas a continuación.
1. ¿Qué es la contaminación lumínica? ¿Cómo se define? ¿Cuál son sus principales manifestaciones? 2. ¿Cuáles son sus principales consecuencias? ¿Tiene la contaminación lumínica alguna influencia sobre la salud y sobre la biodiversidad del entorno cercano?
10.¿Cuántas estrellas podemos ver aproximadamente en el cielo nocturno de una ciudad y cuántas estrellas podríamos ver en condiciones de noche astronómica libre de contaminación?Si este test te anima a profundizar en el conocimiento de la sostenibilidad en los alumbrados públicos, este artículo habrá tenido éxito. Si eres de los técnicos que en la próxima década redactará proyectos de alumbrado o tienes competencias municipales en materia de gestión de red, de proyectos, obras o mantenimientos, deberás decidir si eres uno de los agentes que harán posible el cambio.La descontaminación lumínica de Galicia es un reto que debemos asumir entre todos, desde el conocimiento, desde la tecnología y desde el trabajo y compromiso de todos. Un esfuerzo colectivo de hoy, para un mejor mañana. Un mañana en el que nunca dejemos de ver estrellas en la noche, en el que la biodiversidad y la salud no estén afectadas por la iluminación inadecuada.
Por mi parte, el compromiso está ratificado, porque a veces lo que demuestra sentido común es, precisamente, tener pocas luces. Este compromiso tiene nombre: Slowlight. Espacios urbanos en armonía con la noche, a través de una iluminación pública calmada y emocional, compatible con la actividad humana y proyectada y ejecutada desde la excelencia técnica, la sensibilidad y la inteligencia. De esto también os hablaré en futuros artículos.
Cuestión de buenas prácticas… ¿Te apuntas al cambio?
Artículo publicado en el número 24 de Dínamo Técnica, correspondiente a marzo de 2020.
Autor: Coque Alcázar. Ingeniero Industrial y divulgador técnico. Experto en Iluminación pública sostenible. Co-autor conceptual de la filosofía Slowlight