2019, el año de la descarbonización
El pasado año 2019 ha sido un año muy interesante en el ámbito energético, inequívocamente marcado por la apuesta por sectores asociados a las bajas emisiones de Gases de Efecto Invernadero, como una forma de evitar el Cambio Climático. Esta tendencia que se registra a nivel europeo (fomento de las renovables, eficiencia energética, investigación en baterías, vehículo eléctrico o autoconsumo), pero en el caso de Galicia los efectos han sido más marcados, con la implantación de 400 MW eólicos y el cierre de la central térmica de Endesa en As Pontes de García Rodríguez.
En cuanto a las tendencias globales podemos afirmar que Galicia evoluciona al mismo ritmo que el resto de la UE con nuestras particularidades. La apuesta por la tecnología fotovoltaica debe ser matizada por la limitación en las horas de sol, aunque ya hay interesantes aplicaciones en granjas que nos permite hacer de esta una tecnología rentable e interesante para implantar en Galicia, no estamos en el lugar con un buen recurso solar, pero en el autoconsumo sí hay un amplio recorrido especialmente orientado a la implantación de esta tecnología en las zonas más aisladas. Las calderas de biomasa siguen teniendo una presencia destacada en el ámbito rural, una alternativa realmente interesante frente al gasóleo, y en este sentido destacamos las ayudas por parte de la administración autonómica, aunque no acaba de alcanzarse la implantación masiva. Estas tecnologías (biomasa y fotovoltaica) pueden a su vez combinarse con otras (microcogeneración, solar térmica o incluso generadores de emergencia en instalaciones aisladas) dando lugar a microredes híbridas, que nos aseguran un suministro a precios competitivos respecto a las tecnologías tradicionales, y con menores cantidades de CO2 asociadas. En cuanto al vehículo eléctrico, combustibles alternativos al petróleo en transporte (G.L.P., G.N.C.) y movilidad sostenible la evolución sigue siendo lenta, y lógicamente por debajo de las grandes ciudades; es cierto que se empiezan a ver cada vez más alternativas a los carburantes tradicionales, pero aún queda mucho camino por andar, en el caso de Galicia es obvio que estas tecnologías llegarán más tarde, porque el tamaño de las ciudades es sensiblemente menor que Madrid o Barcelona, y los estragos de la contaminación atmosférica son evidentemente menores.
Los eólicos son la estrella mediática de 2019, y parece que va para largo. Después de una década sin nuevos aerogeneradores el crecimiento de 400 MW ha sido un revulsivo para el sector, y mejor noticia el saber que ésta es sólo la punta del iceberg, y que durante los próximos años la tendencia es que siga recuperándose un sector que ha sido modélico en cuanto a generación de riqueza, fijación de población en el rural y creación de empleo cualificado en la Comunidad Autónoma. El subsector de la energía eólica es un sector muy interesante para Galicia por la creación de empleos transversales (desde la fabricación de componentes a la propia instalación, pasando por servicios de ingeniería), la creación de un know how que hemos exportado a otros países con excelentes resultados y finalmente una ingeniería de mantenimiento donde también podemos volver a ser referencia internacional. En este campo nos queda pendiente la apuesta por la energía eólica offshore; ya somos fabricantes de jackets y turbinas, pero nos falta poder explotar esta tecnología en nuestras costas, máxime cuando hay nuevas tecnologías que nos permitirían al menos experimentar con una forma de generación limpia y de escaso impacto ambiental.
La otra gran noticia del año ha sido el cierre de la térmica de As Pontes, que no por ser anunciado ha causado menor impacto. Desde la firma del Protocolo de Kioto (1997) las centrales con altas emisiones de G.E.I. tienen su vida limitada, aunque la fecha de caducidad ha ido alargándose. Las altas tasas ambientales, en forma de precios por los derechos de emisión, han convertido esta central en una explotación poco atractiva para Endesa, por lo que antes de empezar a perder dinero ha optado por el cierre. Se trata de una noticia agridulce, porque hay cientos de personas que van a ver muy perjudicada su vida laboral (expedientes de regulación de empleo, jubilaciones anticipadas, conversión a otros sectores profesionales…) pero también debemos ser conscientes que era cuestión de tiempo, económicamente no es factible la coexistencia de las nuevas tecnologías poco contaminantes con las grandes emisoras, como es este caso. Debemos ser positivos y plantearnos que el resultado del cierre de la central era inevitable si realmente queremos apostar por las renovables, ya que no es necesario (ni conveniente) una sobrepotencia, las centrales limpias van a arrinconar a las más contaminantes, y es un hecho que debemos asumir.
El actual año será el inicio de una nueva década, muy prometedora en cuanto a la generación de tecnologías limpias. Algunas fuentes del sector hablan que estos 400 MW no es cuestión de un año, sino que en el período 2020-2030 se repetirán las mismas cifras y al final de la década podemos estar en unos 4.000 MW nuevos, lo que sería una fantástica noticia. Adicionalmente la fotovoltaica está evolucionando en rendimientos y descubriéndose nuevas aplicaciones, que la hacen cada vez más rentable, incluso sin un alto recurso de sol.
La biomasa es nuestra deuda pendiente, Galicia tiene un extraordinario potencial, pero no somos capaces de cerrar el ciclo, y ser capaces de implantar una gestión integral de la biomasa desde la recogida en el monte (residual o cultivada) hasta el consumo en calderas domésticas, pasando por el tratamiento del combustible o la fabricación de calderas. En esta línea podemos citar a las tecnologías alternativas a los carburantes, vehículo eléctrico y otros combustibles alternativos (G.N.C., G.L.P., biocarburantes…); su evolución sigue siendo lenta y es imprescindible que las administraciones públicas apuesten por una movilidad alternativa si queremos reducir el efecto contaminante en los ámbitos urbanos.
Finalmente nos queda el Estatuto del Consumidor Electrointensivo como gran desafío del año 2020. Se trata de una tarifa eléctrica privilegiada para las grandes consumidoras en las que se garantizaría un precio estable y por debajo de mercado, como medida para garantizar el empleo a medio plazo. En Galicia las entidades beneficadas serían al menos Alcoa y Ferroatlántica; este Estatuto es mucho más complejo de lo que pueda parecer en una primera lectura. El mercado eléctrico debe ser autosostenido, de forma que los gastos de producción y transporte deben ser asumidos por los consumidores sin déficit; si existe una tarifa privilegiada para las grandes consumidoras (unas 235 grandes consumidoras en toda España) los restantes consumidores tendremos que asumir esa diferencia de precios. La aprobación de este Estatuto debe ser reflexionado, porque si bien es lógico que las grandes consumidoras exijan una tarifa estable es discutible que tengan derecho a un descuento más allá de las lógicas economías de escala, porque los perjudicados seremos los millones de ciudadanos que entramos en el grupo de consumidores “ordinarios” tanto domésticos como industriales.
Artículo de Fernando Blanco, ingeniero industrial y economista.
Publicado en el Nº 24 de Dínamo Técnica, marzo de 2020.