Las sinergias entre hidrógeno y almacenamiento energético que podrían impulsar a la industria gallega al 20% del PIB
El sector energético tiene un punto crítico en el almacenamiento de energía; durante las últimas décadas los esfuerzos en la lucha contra el Cambio Climático han alcanzado grandísimos avances en la investigación y desarrollo de tecnologías incipientes a finales del siglo XX como la solar fotovoltaica, eólica o el autoconsumo que han pasado de unos precios prohibitivos a tener un mercado competitivo con las tecnologías tradicionales.
Hoy generar energía eléctrica con fuentes renovables ya es más barato que usando fuentes combustibles (carbón, gas natural o derivados petrolíferos), e incluso próximo a los precios de la tecnología termonuclear sin producir residuos ni los peligros ambientales que ésta implica; no obstante la disponibilidad sigue siendo el techo de cristal de las renovables.
La producción de energía a partir del sol, viento o lluvia tiene como límite técnico la existencia del recurso, y cuando las condiciones climatológicas son adversas no podemos garantizar el suministro, por lo que hoy es prioritario avanzar en el ámbito del almacenamiento. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (P.N.I.E.C.) y en general la planificación energética apuestan decididamente por las tecnologías renovables, pero siguen teniendo un cuello de botella en garantizar el almacenamiento, y es necesaria una seguridad redundante que hoy asumen las tecnologías tradicionales.
Para alcanzar la neutralidad climática en 2050 es precisa una electrificación masiva de la sociedad, pero es necesario un desarrollo de las baterías, ya que el resto de tecnologías (superconductores, condensadores, volantes de inercia o nanotecnología) no alcanzan ni el precio ni el tamaño necesario para garantizar la continuidad del sistema eléctrico.
Incluso en el caso de avanzar espectacularmente en una tecnología madura como las baterías hay sectores que el propio P.N.I.E.C. reconoce difícilmente abatibles, el transporte marítimo a larga distancia, vehículos pesados (autobuses y camiones), la aviación, trenes de difícil electrificación, vehículos en funcionamiento continuo (taxis o furgonetas de reparto) en los que el peso de las baterías y su autonomía son limitantes, y las pilas de hidrógeno parecen la solución más apropiada, así sabemos que el hidrógeno es una tecnología más que necesaria durante las próximas décadas.
Hoy el hidrógeno verde no es una tecnología competitiva en precio, por lo que es necesario un impulso por parte de las administraciones públicas. Los Fondos Next Generation están aportando una gran cantidad de recursos, que podrán ser aprovechados para avanzar en una tecnología incipiente y con un amplísimo recorrido en las próximas décadas, en la que Galicia puede ser una gran beneficiaria.
La Consellería de Economía, Empresa e Industria estima en unos 4.000 millones de euros el impacto económico que podría suponer el hidrógeno en la Comunidad Autónoma, con un empujón muy importante a la generación de empleo cualificado y acercarnos al ansiado 20% de participación industrial en el Producto Interior Bruto. Para esto es necesario una tramitación ágil de proyectos, ya que Galicia dispone de los recursos imprescindibles para la producción de hidrógeno, como son el viento y agua dulce, de forma que con una buena conexión a la red de transporte (el hidroducto) podríamos ser la Comunidad Autónoma líder nacional en la generación de hidrógeno o metanol verde, creando miles de puestos de trabajo y con un salto muy significativo para nuestra industria. Además esta generación de empleo no vendría vinculada exclusivamente a las tecnologías tradicionales como son la generación eólica, sino que también podría ser posible la fabricación de hidrolizadores en la factoría de Navantia de Fene u otros componentes en nuestros centros productivos.
Artículo de Fernando Blanco Silva, director de Dínamo Técnica.